El ballet que conocemos hoy en día difiere mucho del que era apreciado por la aristocracia italiana en sus inicios. A lo largo de la historia han sido varias bailarinas las que han marcado el canon corporal, las técnicas utilizadas o incluso las innovaciones introducidas en este tipo de danza. Hoy hablaremos de una de las bailarinas consideradas como más importantes de la historia del ballet: Anna Pavlova, la cual dedicó su vida a este tipo de baile trayendo consigo una importante revolución.
¿Quieres saber más? Acompáñanos en este recorrido.
Quién fue Anna Pavlova
Anna Pavlova nació en San Petersburgo, Rusia, el 31 de enero de 1881. Su familia tenía escasos recursos y por ello, su vida es particularmente admirable. No solo se convirtió en una de las bailarinas más importantes de la historia sino que a pesar de sus condiciones revolucionó la historia del ballet, manteniéndose hoy en día varios de los cambios implementados por ella. No hay duda de que la historia de Pavlova es única.
Revolucionando el ballet
Uno de los cambios más importantes atribuidos a Pavlova es la forma del calzado. Cuando se les permitió bailar a las mujeres, los zapatos estándar femeninos llevaban tacón. No fue hasta mediados del siglo XVIII cuando se abandonó este aparatoso componente en el calzado. Marie Camargo fue la primera en demostrar que sin ellos podían realizar saltos que antes se considerarían impensables.
En 1975 los bailarines empezaron a utilizar cables para ponerse de puntillas con la ayuda de un invento de Charles Didelot, popularizándose ese tipo de técnica. Con ello también nació la inquietud por realizar dichos saltos sin la ayuda de su “maquinaria voladora”, confiando plenamente en la resistencia de sus dedos y tobillos para ello. Y aunque la destreza y fortaleza de los bailarines era envidiable, su capacidad física iba mermando de manera inevitable, acabando con lesiones irreversibles.
La situación no mejoró mucho en los siguientes años. Las modificaciones de las zapatillas eran mínimas, sin apoyos resistentes ni materiales que pudiesen ayudar a los bailarines. Pero entonces llegó Anna Pavlova.
Debido a su empeine particularmente alto y arqueado, era especialmente fácil para ella lesionarse al bailar. Además, sus pies eran delgados y puntiagudos, lo que ejercía demasiada presión sobre sus dedos gordos del pie. Para compensar esto, Pavlova empezó a insertar suelas de cuero endurecido en sus zapatos para un soporte adicional, y aplanaba y endurecía el área de los dedos para formar una especie de caja. Es decir, Anna Pavlova se hizo sus primeros zapatos a medida y aplicó esas modificaciones al resto.
Esto fue visto por sus compañeros como una «trampa», pero debido a que facilitó el baile en punta, esta práctica se convirtió en la predecesora de las puntas que se utilizan a día de hoy.
Además, Pavlova se convirtió en el canon corporal por su figura esbelta y su apariencia delicada y elegante. En el siglo XIX se esperaba que las bailarinas del Teatro Mariinsky fueran técnicamente fuertes, lo que generalmente significaba cuerpos robustos, compactos y no muy altos. Pavlova, debido a su tipo de cuerpo, era perfecta para papeles románticos como Giselle, rompiendo así el estereotipo de bailarina que existía a finales del siglo XIX.
La gran obra de Pavlova
En 1905, Anna Pavlova le pidió al coreógrafo Mikhail Fokine que compusiera un solo para ella, inspirado en un poema de Lord Tennyson llamado «La Muerte del Cisne». Fokine decidió utilizar como música una obra corta y muy curiosa de Camille Saint-Saëns de la orquesta “El carnaval de los animales».
El cisne de Saint-Säens es un solo de violonchelo, equipado con dos pianos y diseñado para reflejar musicalmente el elegante movimiento del cisne, con sus plumas blancas deslizándose con gracia sobre la superficie de un lago. El aspecto de Pavlova, considerado en la época como lánguido y poco vigoroso, era perfecto para representar a este animal.
Gracias a su expresividad, flexibilidad y su perfecta manera de representación de la obra, el aspecto corporal de Pavlova empezó a considerarse el estándar habitual buscado por las compañías de ballet.
La muerte del cisne
Justo cuando pasaba el mejor momento de su carrera con su compañía de danza, Anna Pavlova murió de neumonía con tan solo 49 años. Al parecer, Pavlova se dirigía a La Haya en tren, para representar su obra más famosa “La muerte del cisne”, cuando éste sufrió un accidente que dejó a varias personas heridas bajo la nieve. Al ver esto, salió a ayudar a las personas, lo que le provocó la aparición de un fuerte resfriado, que finalmente provocó una neumonía mortal.
Como último deseo antes de morir, pidió su traje de La Muerte del Cisne, para vestirlo por última vez.
Espero que os haya gustado conocer un poco más sobre la historia del ballet a través de una de las figuras más importantes de ese tipo de danza. Podéis seguirnos en Instagram y Facebook para atentos a nuestros próximos contenidos. 😉